EL SEÑOR MERCADO VARÍA EL PRECIO DIARIAMENTE
03/01/2023
Mi viñeta favorita sobre la bolsa es una de “The Economist” en la que sale un señor hablando por teléfono diciendo: “Tengo una acción que puede sobresalir”, lo que pasa es que lo dice en inglés y para decir sobresalir utiliza la palabra Excel. Como siempre, hay alguien metiendo oreja en la conversación y murmura: “¿Excel?”, con la mala suerte de que alguien le escucha “¿Sell?” y la viñeta desemboca en una vorágine de gente gritando SELL, SELL[1].
Los gritos de venta siguen un tiempo, hasta que alguien dice: “Esto es una locura, no puedo más, GOOD BYE”, y alguien murmura “¿Good Bye?”, con la buena suerte de que alguien le escucha “¿Buy?” y la viñeta desemboca en una vorágine de gente gritando BUY, BUY[2]. Hasta que alguien dice al teléfono: “Tengo una acción que…”.
¿Puede la bolsa ser tan ridícula?
Si y no. Esta viñeta muestra muy bien la forma tan ridícula en la que se extienden las historias en los mercados y cómo eso provoca que los precios de las acciones oscilen mucho más que el valor real de los beneficios de las empresas que representan.
El hecho de que la gente pueda pagarnos lo que quieran por un activo es lo que hace que cosas que no generan beneficios puedan valer algo. Su valor se basa en la historia que contamos sobre ellos. Son activos de coleccionista.
Lo curioso es que la historia no afecta solo a los activos de coleccionista, también afecta a los activos que generan beneficios. Por ejemplo, puede que la acción de McDonald’s suba porque surja el rumor de que McDonald’s empezará a vender otras cosas en sus establecimientos y eso mejorará sus beneficios futuros.
Lo que pasa es que si luego no ocurre, los precios volverán a ajustarse, porque no están sustentados por más beneficios. La historia puede aumentar el precio de la empresa a corto plazo[3], pero solo la conversión de dicha historia en beneficios reales puede aumentar su valor y, por extensión, su precio a largo plazo.
Las historias afectan a todos los activos, pero es fácil entender que afectan más a aquellos que no tienen beneficios, dado que al no tenerlos no podemos compararlos con nada y pueden tener cualquier valor[4].
En la serie “Silicon Valley” mencionan esto cuando en una reunión discuten sobre cómo conseguir ingresos y el inversor principal les corta diciendo que no deben tener ingresos, porque si tienen ingresos pueden ser comparados con otros competidores. Si no tienen ingresos, pueden ser cualquier cosa. Pueden ser historia pura.
La opinión del inversor principal es grotesca y brillante a la vez. Grotesca porque, si no tienen ingresos, en realidad no valen nada. Brillante porque, si consiguen crear una historia creíble, pueden vender la empresa por lo que sea y el problema de que no vale nada será de otro.
Con estos ejemplos vemos claro que una buena historia puede cambiar el precio de una acción mucho más rápido de lo que cambian sus beneficios, porque los beneficios tienen que ser reales y la historia solo tiene que ser creíble.
Los especuladores pasan todo su tiempo intentando adivinar la dirección de la historia y sus consecuencias en los precios de las acciones, porque así es más rápido ganar dinero. De lo que no se dan cuenta es de que también es más rápido, y fácil, perderlo.
La razón por la que podemos ignorar esto es porque los beneficios van creciendo poco a poco y el valor de las empresas siempre acabará convergiendo al que justifiquen esos beneficios, no sus historias. Al fin y al cabo, no podemos comprarnos comida con historias.
¿Cuándo se corrigen los precios erróneos provocados por las historias del mercado?
Esta fue la misma pregunta que le hizo el presidente del comité americano encargado de estudiar la gran depresión a Benjamin Graham, profesor de Warren Buffett y uno de los pioneros de la industria de la inversión. ¿Qué contestó Graham?
“Ese es uno de los misterios de este negocio y es tan misterio para mí como para el resto del mercado. No obstante, sabemos por experiencia que eventualmente el precio de mercado acaba igualándose al valor.”
Fue Graham el que en su libro “El Inversor Inteligente” presentó la parábola del Señor Mercado como un socio con fuertes cambios de humor que nos ofrece todos los días comprarnos nuestra participación en un negocio común, o vendernos la suya.
Puesto que el humor del Señor Mercado es muy volátil, la historia del momento le afecta mucho. Habrá veces que estará super optimista y el precio que nos ofrecerá será altísimo. Habrá veces en las que estará super deprimido y el precio que nos ofrecerá será bajísimo. Y habrá veces en las que estará calmado y el precio será razonable.
La clave es que nadie nos obliga a hacer caso a nuestro socio. Algunas pocas veces querremos aprovecharnos de él, pero por lo general lo mejor será ignorarlo.
No debemos olvidar que somos copropietarios de empresas y lo importante son los beneficios que generan. Lo que diga el Señor Mercado no va a cambiar los beneficios de las compañías[5] de las que ambos somos socios, solo el precio que nos ofrece hoy por ellas.
[4] Eso es lo que pasa con el arte, con las criptomonedas, etc.
¿AÚN NO ESTÁS SUSCRITO A INVERTIPS?
No te pierdas nada de nuestra newsletter sobre actualidad, lecciones y curiosidades de inversión. ¡No tienes que ser cliente de EVO!