LA RETROALIMENTACIÓN NEGATIVA, EL PRECIO DE LA GASOLINA Y EL DE LA BOLSA
22/06/2022
En el anterior “¿Qué pasa en el mundo?” hablamos de retroalimentaciones positivas y de su relación con la inflación, la economía y la inversión en el contexto actual. En este haremos lo mismo, pero con las retroalimentaciones negativas.
¿Qué son las retroalimentaciones negativas?
Son aquellas en las que la siguiente acción del sistema en vez de continuar en el mismo sentido que la anterior (positivas), va en sentido contrario (negativas). Eso supone que mientras que las retroalimentaciones positivas tienden al extremo, las negativas tienden al equilibrio.
Un ejemplo de retroalimentación negativa es el termostato de nuestras casas. El termostato pone o quita el aire acondicionado en función de la temperatura de la casa. Si la temperatura sube, el termostato pone el aire para bajarla y viceversa, con el objetivo de mantener siempre el rango de temperatura deseado.
Las actuaciones de los bancos centrales y los gobiernos son otro ejemplo. Cuando hay un problema que baja la temperatura de la economía, como que todos estemos encerrados en casa por un virus, ellos estimulan la economía para subir su temperatura. Cuando la economía está muy caliente y hay más demanda por cosas que capacidad de fabricarlas, como pasa ahora, se produce inflación y los bancos centrales ponen el aire acondicionado para enfriar la economía y bajar la demanda.
También bajan la inflación las retroalimentaciones negativas producidas por los incentivos. Por ejemplo, una subida del precio del petróleo hace que los productores ganen mucho dinero y que pozos que antes no eran rentables pasen a serlo, eso provoca un aumento en la cantidad de barriles que producen y eso a su vez causa la bajada del precio del petróleo.
Una subida en precio también hace que baje la demanda, porque hay gente que deja de consumir gasolina porque no puede permitírselo.[1] De ahí que se diga que la mejor cura para los precios altos del petróleo son los precios altos y viceversa.
El problema viene cuando hay fuerzas externas que afectan a este proceso de ajuste. Por ejemplo, ahora mismo la producción de petróleo está afectada por la guerra, la preocupación por el medioambiente y el hecho de que un precio bajo durante muchos años ha reducido mucho las inversiones.[2] Por eso, lo más seguro es que durante un tiempo sigamos yendo a la gasolinera con más miedo que el que tiene Pinocho a las hogueras de la noche de San Juan.
Por suerte hay otros productos en donde no hay tantos impedimentos y donde no solo han desaparecido los problemas de suministro, sino que empezamos a ver exceso de abastecimiento. Así, empresas como Amazon han confesado que habían invertido demasiado durante la pandemia y ahora tienen más capacidad de la que necesitan.
La gran duda es si estos procesos que deberían aliviar las causas físicas de la inflación, pueden hacer efecto antes de que la inflación pase a ser provocada por la retroalimentación positiva de las expectativas de precios de la gente. Tan grande es la duda que ni siquiera sabemos si ya hemos pasado ese punto.
La retroalimentación negativa también explica la psicología de mercado durante los últimos años, dado que la creencia de algunos tras la pandemia era que los bancos centrales actuarían como un termostato mitigando cualquier caída de mercado con sus estímulos. Ese escenario podía ser válido cuando el banco central no tenía otros problemas[3], pero deja de serlo cuando la inflación pasa a ser un quebradero de cabeza y he aquí otra razón para que los mercados estén cayendo este año.
Por último, el precio de los activos también informa una retroalimentación negativa[4]. Por ejemplo, si la rentabilidad de un bono sube al 5%, habrá más inversores dispuestos a comprarlo que si ofrece un 0%[5] y eso bajará su rentabilidad por mayor demanda y viceversa. Además, habrá menos empresas o gobiernos dispuestos a endeudarse al 5% que al 0% y eso también bajará su rentabilidad por menor oferta y viceversa.[6]
Del problema de la inflación y de la especulación de mercado llevamos hablando tanto tiempo que alguno pensará que somos unos pesados y, aun así, hemos seguido invirtiendo mes a mes.
¿Por qué seguimos invirtiendo mes a mes?
La razón es que no necesitamos ajustar nuestro proceso con las locuras del mercado porque los precios ya lo ajustan por nosotros como el termostato del principio: puesto que siempre compramos el mismo importe, cuanto más baja el precio más acciones compramos y viceversa. ¿No es maravilloso?[7]
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